Dando tumbos por el mundo

Plaza de España, Sevilla.
Plaza de España, Sevilla.

Hace unos días, una buena amiga, hacía una publicación en su perfil de Facebook, recordando a su vez una de mis publicaciones de hace unos meses, en la que yo la mencionaba al encontrarme, en Sevilla, una calle con su apellido. Es la calle Velarde, concretamente. Era el  11 de junio de 2015 y me encontraba en la capital hispalense para participar en el Congreso Internacional de Evaluación de Políticas Públicas organizado por la Sociedad Española de Evaluación. Parte del comentario de mi amiga, que consiguió provocarme un pequeño nudo en la garganta fue:

“Hace un año mi amigo Daniel Catala-Perez ya iba dando tumbos por el mundo. Y sigue y sigue…”

En efecto hace poco más de un año de eso, y muchos han sido los tumbos desde entonces y otros tantos los que me quedarán por vivir. Pero muchos más fueron los anteriores, y no sólo tumbos por el mundo, sino por la vida que son mucho peores.

Pero de esos hablaré en otra ocasión…

Según la Real Academia Española un tumbo es un vaivén violento e ir dando tumbos es tener dificultades y tropiezos. No le falta razón a mi amiga cuando me dice que llevo un año dando tumbos por el mundo, pues desde aquel viaje a Sevilla, inicié (junto a mi mujer, inseparable compañera de viaje con quien daría tumbos por el mundo toda la vida sin dudarlo) un periplo que me ha llevado a recorrer “nosecuantosmiles” de kilómetros entre diferentes ciudades españolas y alemanas, no sin dificultades y tropiezos, y algunas veces con cambios violentos de dirección.

Orangerie, Hoffgarten, Ansbach (Alemania)
Orangerie, Hoffgarten, Ansbach (Alemania)

Pero, como decía, mis tumbos empezaron hace más tiempo…

En septiembre de 2010 inicié el Grado en Gestión y Administración Pública en la Universitat Politècnica de València (en un momento en que mi autoestima profesional estaba en niveles bajo cero y mis expectativas laborales eran nulas) gracias al apoyo, empuje y aliento de la maravillosa persona que tengo a mi lado y que desde entonces me ha demostrado la más incondicional de las ayudas. Pues bien, si en aquel momento, alguna persona se hubiera aventurado a vaticinar la situación en la que me encuentro cerca de 6 años después, es muy probable que la hubiera tachado de inconsciente.  Bueno, muy probable no, más bien, lo hubiera hecho con absoluta seguridad.

Puerta de Alcalá, Madrid.
Puerta de Alcalá, Madrid.

Después de estos años de trabajo duro, complicados para alguien que, acomodado en la facilidad de una vida sujeta a una rutina predecible, había olvidado que la clave para ser feliz es hacer lo que a uno le llena de verdad, veo por fin en el horizonte cada vez más cercano, el objetivo con el que apenas soñaba al inicio de esta aventura. En pocas semanas me incorporaré a la UPV con una Beca de Formación de Profesorado Universitario, una especie de “contrato” de cuatro años por el que el Ministerio de Educación financiará la realización de mi Tesis Doctoral y me permitirá, si todo va bien, empezar a desempeñar labores docentes en la universidad. Un sueño, mi sueño.

Llegados a este punto quiero hacer notar la riqueza lingüística de nuestra vetusta lengua castellana, que con un simple cambio de letra, transforma el tumbo que en ocasiones nos causa incertidumbre y miedo, en el rumbo que encauza nuestras vidas y nos ilumina un camino que seguíamos a tientas.

Pues eso, navego (navegamos, siempre juntos), dando tumbos por el mundo, pero por fin, con un rumbo claro.

Tú, siempre.
Tú, siempre.