A vueltas con la pólvora negra… (y II)

Desde mi último post se han vivido momentos tensos en el mundo festero morocristiano. Y han pasado cosas que, al menos para mí, son tan desconcertantes como el propio escenario sobre el problema de la pólvora que describí en aquel momento. Una de ellas, nada trascendente para el mundo festero, aunque bastante para mí en concreto, es que ciertas personas parece que se tomaron algunos de mis comentarios críticos como algo personal. Siempre que he escrito sobre moros y cristianos, he manifestado mis opiniones de forma abierta y si estas han sido críticas, con mayor motivo, pues siempre intento ser constructivo. Tan solo hace falta revisar las publicaciones en mi blog. En cualquier caso, nunca he dudado ni de la buena voluntad, ni de la dedicación de cualquier persona con responsabilidad en la administración de una entidad festera. Ni se me ocurriría hacerlo, pues sé bien lo que significa ocupar un cargo de este tipo. Pero entiendo que las discrepancias ante la forma de gestionar son del todo legítimas en cualquier entidad, e incluso en ocasiones positivas para crecer y aprender. De hecho, en mis años de experiencia en gestión de asociaciones, me he enriquecido mucho de las críticas constructivas recibidas y aun hoy sigo aprendiendo.

En cualquier caso, las críticas a la gestión deben tomarse como tales y nunca como ataques personales, pues no lo son. Y si en mi anterior post criticaba la falta de información en el problema que se está sufriendo alrededor de la pólvora, es porque efectivamente el festero de a pie, el que no está cerca de los órganos de gobierno de ninguna entidad festera, no tiene información clara de lo que está sucediendo (o tenía, porque como veremos, en estos últimos días se ha avanzado bastante sobre este tema). Y no la tiene, porque precisamente hoy en día tenemos un exceso de fuentes de información, formales e informales, fiables y no fiables, que transmiten información contrastada pero también no contrastada, información relevante o puede que irrelevante y que solo aporta confusión, información actualizada o puede que desactualizada… En definitiva, en la sociedad de la información, en ocasiones podemos encontrarnos desinformados, no porque se esconda información sino porque en ocasiones, quienes tienen la información veraz y relevante no la transmiten por los canales más adecuados para que llegue a sus destinatarios de la forma más clara y rápida posible. Afortunadamente, hoy en día hay medios fantásticos para hacerlo, solo hay que aprovecharlos. Y eso, sin duda, irá en beneficio del colectivo destinatario de la información, pero también del informante, pues es una forma de poner en valor su trabajo.

Pero bien, como he comentado, los hechos se han ido sucediendo durante las dos últimas semanas, hasta el punto de que por fin el problema de la pólvora parece que va a entrar en la agenda política. Y digo parece, porque en esto hay que ser muy cauteloso. Que un problema entre en la agenda de los decisores públicos depende de muchos factores, la teoría del ciclo de las políticas públicas lo explica muy bien. Pero uno de los factores fundamentales es que el problema cobre visibilidad en la sociedad, y aunque no de la forma más deseable, el problema de la pólvora es al fin visible. Y digo que lo es, no de la mejor forma, porque para ello se han tenido que producir ciertas desavenencias entre dos sectores del mundo morocristiano, a la hora de establecer quien debía liderar las reivindicaciones. En este sentido, personalmente sigo opinando que todo el ámbito festero debería ir de la mano, y que una de las partes tiene la clara responsabilidad estatutaria de fomentar esa colaboración, y aprovechar para acercarse al objetivo tantas veces comentado de reunificar colectivos. Pero lo cierto es que el posicionamiento de ciertas poblaciones ha provocado malestar en algunos dirigentes. Puedo entender el malestar hasta cierto punto. Pero desde luego la solución no es abrir las puertas a aquellos descontentos para que abandonen el barco, sino reflexionar sobre lo que ha podido llevar a esa situación y actuar proactivamente para que no ocurra nuevamente. Desde luego, lo que ha hecho cada población ha sido elegir entre las opciones que en un momento dado se le plantearon para defender sus intereses. Y personalmente considero, que hasta que cierto grupo de entidades no alzó la voz, las opciones eran más bien escasas. De hecho, ese movimiento ha servido para poner en marcha al mundo festero, hasta el punto de que, aunque por caminos diferentes, se ha llegado con las reivindicaciones hasta el Congreso y el Senado y, además, en los últimos días ha llegado, a todo el colectivo festero, por fin, información clara de qué ha sucedido y está sucediendo con la pólvora negra (a través de diversas ruedas de prensa). Esto debe servirnos para reflexionar acerca de lo que sería capaz de lograr, unido, el colectivo que representa a la fiesta más extendida del Estado español y tal vez la única presente, en sus diferentes modalidades, en los cinco continentes.

En cualquier caso, el problema no está zanjado, pero se ha iniciado el camino que podría conseguirlo.

A vueltas con la pólvora negra… (I)

Desde hace unos meses, se está viviendo una situación muy preocupante (y desconcertante) en torno a uno de los elementos esenciales de las fiestas de moros y cristianos españolas: la pólvora negra de arcabuz. En los últimos dos años hemos visto como en la Comunidad Valenciana se ponía fin a la moratoria que permitía alquilar trabucos únicamente con el permiso de conducir, recuperando la obligatoriedad (por otro lado, lógica) de disponer de la correspondiente licencia de armas; y como a nivel estatal, se aprobaba un Reglamento de Explosivos cuya Instrucción Técnica Complementaria nº 26 regula el suministro, transporte, almacenaje y uso de pólvora negra para actos de arcabucería a través de un farragoso y complejo procedimiento, respecto de cuya interpretación ni siquiera las autoridades competentes se ponen de acuerdo. Pues bien, desde mayo hemos asistido también, atónitos, a como varias poblaciones de la geografía festera morocristiana han tenido que suspender sus actos de arcabucería (algunos de ellos más que centenarios) ante la falta de suministro de pólvora negra o ante el suministro de pólvora no específica para ese uso.

En España solo existe una empresa autorizada para suministrar pólvora negra de arcabuz, empresa que además controla muchos de los depósitos de explosivos autorizados para su almacenaje y que, para más inri, casi monopoliza su producción a nivel europeo. Se trata de una gran multinacional de origen español que opera en diversas áreas relacionadas con el sector de los explosivos y que, por tanto, pueden suponer ustedes, es una corporación con bastante poder e influencias en los más altos niveles de dirección. Esta empresa se autoabastece, es decir, la pólvora que suministra es la misma que produce de forma centralizada en una factoría situada en el centro de Europa. A principios de mayo de este año la empresa anuncia repentinamente, que no podía servir los pedidos realizados por ciertas poblaciones festeras del norte de la provincia de Alicante, justo cuando pocos días antes había servido varios miles de Kg. de pólvora en otra localidad de la zona. Tal vez, y solo suponiendo que la empresa era conocedora de cuáles son sus existencias de pólvora y cuales los pedidos pendientes, esta situación se hubiera podido gestionar de otro modo. Pero se decidió servir un último pedido completo y dejar a otras localidades sin pólvora. Bueno, poco más que decir, esa es una decisión empresarial (o tal vez no), nos guste más o menos.

Lo surrealista empieza a producirse a partir de aquí. Los corrillos festeros, la prensa e incluso ciertas instituciones festeras supralocales, anuncian que el problema era la retirada de una partida de pólvora defectuosa. Tal vez hubiera una partida de pólvora defectuosa, no lo sé, pero lo que sí sabemos ahora (y algunos ya sabíamos entonces) es que el verdadero problema era de producción, venía de largo y estaba provocado por la centralización de la misma que desde hace años ha realizado la empresa. Lógicamente aquella situación creó cierta preocupación en el mundo festero, pues a partir de esa fecha son muchas las poblaciones que celebran sus tradicionales actos de arcabucería. Tras diversos comunicados, publicaciones (algunas contradictorias), reuniones entre autoridades políticas, civiles, festeras… pero sobre todo poca información clara y concisa, se anuncia que la empresa va a transportar varios miles de kg. de pólvora desde alguno de sus depósitos del norte de España, hasta el que controla en la zona afectada, para poder atender con garantías todos los pedidos pendientes. Bueno, el mundo festero respira tranquilo y aliviado pues parece que la cuestión se ha solventado. Pero, algunos seguíamos siendo escépticos, dado que el problema de producción seguía sin resolverse.

La siguiente sorpresa es que a la llegada de la “nueva” pólvora descubrimos con sorpresa que se empieza a suministrar en envases a granel de unos 20 o 25 kg. Parece que, dada la situación, a las autoridades, uno de los puntos principales de la ITC 26, la trazabilidad de la pólvora ya no les importa tanto. Sí, es cierto que, aunque con envases de 20 kg, se puede seguir controlando esta trazabilidad, pero es obvio que los responsables finales de la ITC 26 pensaban en los tradicionales envases de 1 kg cuando redactaron la versión definitiva de la norma. No sé, imaginemos que de repente un concesionario matriculara 20 coches del mismo modelo, con el mismo número de matrícula. ¿Quién debería asumir el pago de una infracción por superar el límite de velocidad captada por un radar?

En fin…que la pólvora a granel se empezó a utilizar sin mayor problema hasta que, a principios de julio, en una localidad del sur de Alicante se percatan de que se trata de una pólvora diferente a la habitual, con un grano más grueso, y ante las dudas de seguridad que plantea su uso, decide suspender el reparto. De nuevo, incertidumbre, indecisión, reuniones, la prensa malinformando, más poblaciones que suspenden actos y sobre todo, poca, muy poca información (y a veces contradictoria) por parte de quienes pueden y deben ofrecerla. Al fin y al cabo, en muchas ocasiones, lo único que se exige (y lo que más certidumbre aporta) a ciertas instituciones, es información veraz.

Con el clima de crispación creado, la empresa suspende el suministro de la pólvora “conflictiva” y vuelve a dejar en el aire la celebración de numerosos actos de arcabucería. Entretanto, algunos conocemos la noticia de que los problemas de producción de la empresa parece que se empiezan a solucionar lentamente, tan lentamente que es complicado que puedan aliviar la situación de incertidumbre existente. Pero de nuevo empiezan a surgir informaciones en los corrillos festeros, que si la pólvora retirada era tan segura como la habitual, que si se están buscando productores alternativos, que si…que si… Hasta que de pronto se obra el milagro y se anuncia que a finales del mes de julio habrá de nuevo pólvora negra de arcabuz. Pero… ¿a qué precio? Surgen las lógicas dudas al respecto, cuando de pronto se anuncia un precio que provoca un malestar tremendo entre quienes pensaban que la capacidad de fijar ese precio estaba en sus manos. Pues no, el precio lo fija la empresa y, por mucho que nos pese, la ley de la oferta y la demanda, que en una situación de cuasi monopolio se adapta a la voluntad de la misma. Además, la ocasión la pintan calva…

Y llegamos a hoy. Lógicamente, el precio en que ha quedado el kg de pólvora tras todas estas vicisitudes no nos gusta. A nadie. Una subida de casi el 50% es una barbaridad para cualquier producto y en cualquier mercado. Es una sensación general la de que es necesario hacer algo ante ello, de forma urgente, sin esperar a más reuniones con estos o con aquellos, y saliendo a la calle a decirlo en voz alta, porque el futuro de nuestros actos de arcabucería está en juego. Pues bien, ciertas poblaciones festeras no han querido esperar y se han lanzado a ello. Y lo han hecho dando la posibilidad a todo el mundo festero morocrsitiano a participar de la iniciativa. A todo. Pero parece que todavía algunas partes implicadas que no lo ven claro. Hay instituciones que cobran sentido cuando defienden los intereses de sus asociados y esta es una ocasión magnífica para hacerlo de forma clara y decidida, para luchar todos juntos y de paso reunificar colectivos que nunca deberían haberse separado.

Pero para ello hay que aceptar que, de haberlo, el éxito es de todos, no solo de unos cuantos.