Perder, a veces, es la mejor forma de ganar

Hay melodías inspiradoras, que emocionan, que nos llegan donde otras no alcanzan… En 1976, el compositor estadounidense Bill Conti logró crear varias de ellas en la banda sonora de la que fue la mejor película en la edición de los premios Óscar de aquel año, «Rocky». Siempre he sido un enamorado de esta película y su música, de su historia, o mejor dicho de lo que significa su historia. Sylvester Stallone escribió el guión inspirado en el mundo del boxeo, lo que confiere a ciertas escenas, sobre todo el combate final, una épica especial. Pero se trata de una historia aplicable a cualquier otro ámbito y que, estoy seguro, es mucho más habitual de lo que cualquiera puede pensar.

La vida, de vez en cuando, nos sorprende, nos presenta una oportunidad que sabemos que no podemos desaprovechar. En nuestro interior somos conscientes de que es la última, de que si la dejamos escapar no saldremos nunca de ese mundo en el que permanecemos instalados en la falsa comodidad de sabernos a salvo del riesgo a perder. Pero… perder, a veces, es la mejor forma de ganar. Y generalmente, para entender esto, tan solo es necesaria una motivación, un apoyo, una ayuda, una Adrian…

En la escena final de la película, a la que pertenece el clip «The final bell», que incluyo a continuación, Rocky a duras penas se mantiene en pie, soporta estoicamente los golpes que le propina Apollo Creed y aun sin fuerzas y a punto de desfallecer, aguanta y lucha por no desmoronarse…y es justo tras sonar la última campana, en el momento que pierde el combate, cuando él ya se sabe ganador y nada más le importa excepto su motivación, su apoyo, su ayuda, su Adrian..

 

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#vuelvaustedmañana o la administración pública «vintage»

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Leo en la tan sufrida Wikipedia que el concepto vintage es «una manifestación de la cultura posmoderna, fruto de la pérdida de fe en el progreso y el desencanto del motor de la innovación propia de la modernidad. De esta forma, en lugar de mirar al futuro, se recurre con nostalgia a elementos de eras pasadas pero carentes de significado original.» (Por favor, mantengan en la memoria esta definición)

Lo cierto es que cada vez se extiende más el uso del término vintage. Se utiliza para referirnos a instrumentos musicales, automóviles, libros, fotografías, y, más recientemente, prendas o accesorios de vestir, además de videoconsolas y videojuegos. Pues bien, esta mañana, mi mujer y yo hemos descubierto que también existe una administración pública vintage.

Sí, aunque suene raro, existe. Me explico.

Hace unos días, desde una de las administraciones más modernizadas que existe en nuestro país, la tributaria (esto es cierto; nuestra amada Hacienda pone a disposición del contribuyente las más avanzadas herramientas, para que pueda cumplir lo más puntual, cómoda y rápidamente posible con sus obligaciones para con las arcas públicas), me pidieron amablemente un certificado que debía expedirme otra, menos digitalizada pero también muy querida, administración (no diré cuál para no herir sensibilidades… si las hubiere). El motivo por el que desde la administración tributaria me solicitan el citado documento lo voy a obviar, puesto que ese tema da para otra entrada en el blog.

Bien, no nos dispersemos. A pesar de los ímprobos esfuerzos que las administraciones públicas están realizando por aplicar las diferentes leyes sobre administración electrónica, existen todavía procedimientos que por su singularidad quedan fuera, de momento, de las vías digitales, al menos en su iniciación. Por ello, tuvimos, mi mujer y yo, que realizar una primera visita a la unidad administrativa implicada en la expedición de mi anhelado certificado, para saber de qué forma debíamos proceder. Unas indicaciones claras y concisas nos disiparon todas las dudas y tras recopilar la documentación que se nos pidió, muy cómodamente la remitimos por vía electrónica, la misma vía por la cual, hace un par de días, nos confirmaron que podíamos pasar hoy por la mañana a recoger el documento.

Esta fue mi primera sorpresa, pues entiendo que en el marco de gestión administrativa actual, bien podrían haber aprovechado el propio correo electrónico para remitirme el certificado. Pero, bueno, como en cierto modo yo también soy un poco nostálgico, he querido recordar aquella maravillosa época de ir a “hacer papeles”, en que la aventura empezaba con la búsqueda de un lugar para aparcar, continuaba con esperas eternas en colas interminables y acababa sólo Dios sabía cómo y cuándo.

Y atención que ahora viene lo mejor de la historia, la prueba de que existe la administración pública vintage.

Al llegar, se nos ha comunicado que el certificado no estaba listo. ¡Vaya por Dios! ¡Claro, normal! – he pensado – ¿Qué podíamos esperar presentándonos aquí por sorpresa?… ¡Ah, no! Que hemos venido porque nos avisaron…

Entonces he comprendido lo que ocurría y he empezado a sentirme inmerso en un viaje en el tiempo; asistía a una recreación de la vieja (rancia, diría yo) administración pública burocrática weberiana. Se había obviado la posibilidad de usar el correo electrónico, o incluso del teléfono (inventos endemoniados), para avisarnos de que no pasáramos a recoger el mismo documento del que un par de días antes, nos habían dado confirmación de su disponibilidad. ¡Genial!, ¿no les parece?

Pero el nivel de la representación ha subido sensiblemente cuando hemos sabido el motivo por el que no estaba listo el documento: falta la firma del responsable de turno que no estará en todo el día, ¡sí señor, un clásico! (para qué pasar a firma el documento antes de avisar al interesado… y además… ¡menuda chorrada lo de las firmas electrónicas!).

Y cuando ya me encontraba en pleno s. XIX… el clímax: nos avisan de que podremos pasar el lunes a recoger el certificado y de esta forma firmar el “recibí”, ¡sublime, espectacular, insuperable! Sobran las palabras, ¡firmar el “recibí”!, ¡qué maravilla!, ¡al carajo con las notificaciones electrónicas y las confirmaciones de recepción y lectura…!

En pleno s. XXI y tras «nosecuantas» leyes y normativa varia sobre administración electrónica, todavía existen héroes anónimos que intentan salvaguardar la gran tradición funcionarial española del “vuelva usted mañana”, o mejor dicho en nuestros días, el #vuelvaustedmañana.

Si como decía al principio, lo vintage es “recurrir a elementos del pasado carentes de significado en la actualidad en lugar de mirar hacia el futuro”, mientras haya “funcionarios nostálgicos” la administración pública española se mantendrá anclada en los tiempos de Mariano José de Larra. Y esto es una verdadera lástima, teniendo en cuenta los recursos que se emplean en la llamada modernización administrativa, que más que modernización es una simple adecuación a la realidad social en que vivimos.

Modernizar sería conseguir una administración capaz de anticiparse a las necesidades de la ciudadanía y esa…es otra historia.